DOMINGO V DE CUARESMA

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PALABRA DE DIOS PARA ESTE DOMINGO

Lectura de la profecía de Ezequiel.

Esto dice el Señor Dios:
«Yo mismo abriré vuestros sepulcros,
y os sacaré de ellos, pueblo mío,
y os llevaré a la tierra de Israel.
Y cuando abra vuestros sepulcros
y os saque de ellos, pueblo mío,
comprenderéis que soy el Señor.
Pondré mi espíritu en vosotros y viviréis;
os estableceré en vuestra tierra
y comprenderéis que yo, el Señor, lo digo y lo hago
—oráculo del Señor—».

Salmo

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz,
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. R/.

Si llevas cuentas de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto. R/.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora. R/.

Porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos. R/.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos

Hermanos:
Los que viven sujetos a la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo.
Pues bien, si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justificación obtenida. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.

Lectura del santo evangelio según san Juan

En aquel tiempo, las hermanas de Lázaro le mandaron recado a Jesús diciendo:
«Señor, el que tú amas está enfermo».
Jesús, al oírlo, dijo:
«Esta enfermedad no es para la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella».
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo se quedó todavía dos días donde estaba.
Solo entonces dijo a sus discípulos:
«Vamos otra vez a Judea».
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. Y dijo Marta a Jesús:
«Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá».
Jesús le dijo:
«Tu hermano resucitará».
Marta respondió:
«Sé que resucitará en la resurrección en el último día».
Jesús le dijo:
«Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?».
Ella le contestó:
«Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».
Jesús se conmovió en su espíritu, se estremeció y preguntó:
«¿Dónde lo habéis enterrado?».
Le contestaron:
«Señor, ven a verlo».
Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban:
«¡Cómo lo quería!».
Pero algunos dijeron:
«Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que este muriera?».
Jesús, conmovido de nuevo en su interior, llegó a la tumba. Era una cavidad cubierta con una losa. Dijo Jesús:
«Quitad la losa».
Marta, la hermana del muerto, le dijo:
«Señor, ya huele mal porque lleva cuatro días».
Jesús le replicó:
«¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?»
Entonces quitaron la losa.
Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo:
«Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado».
Y dicho esto, gritó con voz potente:
«Lázaro, sal afuera».
El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo:
«Desatadlo y dejadlo andar».
Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

REFLEXION PARA ESTE DOMINGO

         Tras presentarse Jesús, en estos domingos anteriores como el manantial del agua viva en el encuentro y diálogo con la samaritana y como la luz del mundo en la curación del ciego de nacimiento, se manifiesta hoy, continuando esta serie de catequesis bautismales como la Resurrección y la vida, es la vida nueva que surge del bautismo, el recién bautizado es una criatura nueva en Cristo resucitado. En la Pascua del Hijo de Dios a la que ha sido incorporado en el bautismo ha dado muerte al hombre viejo para resurgir en el hombre nuevo nacido de la Pascua.

La Palabra de Dios comenzaba con la profecía de Ezequiel en el capítulo 37, capítulo que comienza con la visión del valle de los huesos secos, calcinados y en el que el profeta tiene una visión de cómo esos huesos van recobrando vida poco a poco. Es la visión del pueblo de Israel en el destierro de Babilonia, el pueblo está hundido, está muerto. El salmo 137 nos muestra claramente el lamento del desterrado: “Junto a los canales de Babilonia nos sentamos y lloramos con nostalgia de Sión”. “¡Cómo cantar un canto del Señor en tierra extranjera!”. Pero el Espíritu, que es Señor y dador de vida dará vida a estos huesos. La mano del Señor, y el Espíritu llevarán al profeta a contemplar… y después le impulsarán a explicar lo que Dios, por el Espíritu, debería hacer: dar vida a esos huesos que representan a un pueblo “muerto”, desterrado, en el sepulcro. De estas palabras de Ezequiel podemos sacar algo importante: la vida está en el Espíritu que, como decía y como repetimos en el credo de nuestra fe es Señor y dador de vida. Desde aquí vemos que el misterio de la muerte, de nuestra muerte, solamente puede tener solución desde la experiencia de una nueva vida por el Espíritu de Dios que trasmite a los que han muerto.

Esa vida está anunciada en el signo que nos muestra el evangelio en el capítulo 11 de san Juan, donde Jesús devuelve la vida a su amigo Lázaro. Este es el hecho, pero no es tanto la resurrección de Lázaro lo que interesa, sino el misterio de la muerte y de la vida que tiene su fuente en la misma persona de Jesús, se trata de aprovechar este acontecimiento de la vuelta a la vida de Lázaro para ahondar en lo que Jesús significa para nuestra fe cristiana y muy concretamente ante el misterio de la muerte. Este milagro de la vuelta a la vida de Lázaro es el anuncio de la vida que Jesús adquiere en su resurrección y que anticipa a los hombres de este mundo mediante la fe. La fe que le pide Jesús a Marta: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto? Ella le contestó: Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”. La vuelta a la vida de Lázaro es pues el anuncio de la vida definitiva que traerá Jesús con su Resurrección.

Por tanto, la Palabra de Dios en este domingo nos abre las puertas a la Esperanza en estos días donde estamos aterrorizados por esta pandemia que nos amenaza y que se está cobrando víctimas entre los más indefensos. Pongámonos en manos del Espíritu de Dios que es capaz de revitalizar los huesos secos de la visión del profeta, que es el Espíritu que resucitó a Jesús de entre los muertos y que nos hizo nacer a la vida en el bautismo.

También quisiera destacar en este domingo algo que nos puede pasar desapercibido: Vemos que en el evangelio se dice que si Lázaro está enfermo es “para mostrar la gloria de Dios”. Es lo mismo se nos decía en la curación del ciego de nacimiento: “para que se manifiesten las obras de Dios”.

¿Cómo puede ser que una enfermedad mortal muestre la gloria de Dios? ¿Cómo se pueden manifestar las obras de Dios en la ceguera del ciego? Fijaos en la enfermedad, en la destrucción masiva que estamos padeciendo, en nuestra reclusión en los domicilios se está manifestando lo mejor de las personas. Me comentaba a través del móvil, una persona extraordinaria de una de mis parroquias, que, dentro del dolor, esta pandemia está sacando la solidaridad y el amor entre las personas, que está estrechando profundamente los vínculos de amor y amistad entre las personas.

Por eso cuando nos preguntemos, como se preguntaban al final de la segunda guerra mundial ante la tragedia del holocausto: ¿dónde estaba Dios en Auschwitz? nos digamos nosotros ¿Dónde está Dios en esta pandemia? podremos contestar que está en las obras de sus imágenes vivas que hacen para mostrar su gloria, para manifestar sus obras: Los profesionales de la sanidad, las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado, profesionales de las residencias de anciano, sacerdotes, sobre todo los capellanes de hospitales y cementerios, profesionales de los medios de comunicación que constantemente salen para informar, religiosas y tantas personas que se dedican a fabricar artesanalmente y con pocos medios a fabricar mascarillas… etc. Industriales, deportistas… No podría nombrar a todos.

Por ello, aunque esto sea una tragedia enorme, también ha sido ocasión de mostrar la Gloria de Dios en la vida de los hombres, o como me decía esta persona: “Toda esta desgracia tiene un maravilloso lado bueno.”

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